... Y después respirar.
Me he puesto un vestido blanco y sandalias rojas, he ido al instituto y a las 14:10 me he ido, como un día normal. Me da pena por una parte, y es que, si tengo que describir este curso con una palabra INCREÍBLE se queda corto. Hemos forjado amistades convirtiéndonos en un grupo enorme y maravilloso. Supongo que un Gracias queda guay.
El verano parece empezar bien.
Hoy he ido al Teatro Alcazar a ver una obra de Federico García Lorca protagonizada por alumnos de la Universidad Nebrija, HE VUELTO A MADRID. Con todo el jaleo de exámenes, no pisaba la ciudad desde hacía muchísimo tiempo.
Tardes de verano en terrazas, Starbucks llenos y calles infestadas de gente.
El parking Sevilla estaba repleto. Hemos tenido que aparcar en la tercera planta. Era horrible, agobiante, asfixiante. Todo el calor de los motores de los coches estaba concentrado en ese sitio.
Después de la obra (que por cierto, me ha gustado mucho), la noche había caído sobre Madrid y las luces habían subido hasta lo más alto. Las tiendas y almacenes se cerraban para que se abriesen las terrazas en una fantástica noche madrileña. Olor a tortilla de patata, calamares, vientecito en la cara... Cualquiera hubiese querido quedarse allí toda la noche, yo la primera, pero mi madre trabaja mañana.
Vuelvo a mi casa. No tiene nada que ver con Madrid. Aquí a penas se escuchan coches, la verdad es que me gusta, pero tengo que reconocer, que las luces de la ciudad son mi perdición.
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