4 sept 2011

Ni el cielo sabe qué hora es. 
Eso ruboriza a las nubes.


Se nos rompió el vaso en que la gran ilusión se estaba decantando por un significado. 
En el tejado de lo nuestro. Entre las rendijas que no hemos llenado caen gotas que no son lágrimas. 
Extraño tu piel blanca. 
Felicito a tus ancestros. 
Pero eso que llamas amor tiene que ser algo mejor que todo esto. 
Amo tu caligrafía, el color verde esperanza, pero cada vez que leo tu mente sin querer, oigo llover sobre mojado. 

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