Sin quererlo, allí me encontré, rodeada de un montón de libros y enamorada de esa melancolía típica de una noche de verano. De esa melancolía que en su pecho guarda tu nombre y que entre sus manos me enreda tan fuerte, que no me deja escapar. Y desde aquel momento, ahí me tiene, presa de ella, obligándome a pedirte y escribirte cada noche que, por favor, vengas a salvarme.
(Hoy va por esa voz en la mente que esta leyendo esto).
No hay comentarios:
Publicar un comentario