he escrito esto:
En el cielo siempre comentaban que ahí abajo estaba el infierno. Con llamas, con calor, angustia y humo.
Un día decidí bajar, tocar tierra y comprobar por mí misma si existían todas esas cosas horribles con las que los de ahí arriba tienen pesadillas en los días de tormenta.
Deambulé durante una semana por calles de distintas ciudades observando a millones de personas caminar sin rumbo aparente, demasiado preocupadas por sus problemas y miedos. Me metí en la mente de varios mortales y me asombró lo que son capaces de llegar a pensar. Como son capaces de amar y odiar al mismo tiempo, de sentirse felices y de sentir pavor por cosas o completamente absurdas o muy graves. Sentí lástima por algunos y admiré a otros. Disfruté de conversaciones, de canciones, de los libros que los padres leían en voz alta a sus hijos antes de irse a dormir y el corazón se me rompió en mil pedazos al ver algunas cosas que prefiero no recordar.
Me pareció increíble lo absolutamente real que era todo ahí abajo. Había cosas buenas y cosas horribles pero necesarias para entender la mayoría. Ese infierno tenía pedazos de cielo.
Me sentía tan extraña observando... siempre a la sombra, sin que nadie se percatase de mi presencia.
No sé cómo, llegué a un bosque de árboles altísimos al lado de un mar revuelto, lleno de furia y poder. El bosque me transmitía paz y el mar me atormentaba. Acabé trasladándome del bosque a la playa y de la playa al bosque, como si sintiese la necesidad de quedarme en un sitio fijo pero no permanecer en él por mucho tiempo.
De repente, empecé a notar como mi imagen, etérea y abstracta comenzaba a coger forma. Ascendí dando vueltas rodeada por un remolino de hojas secas. El viento soplaba muy fuerte y se escuchaba el sonido de unas arpas. Los rayos caían con fuerza sobre el mar y el cielo se iluminaba intermitentemente. Cuando toqué el suelo, tenía pelo, piel, ojos, cara, extremidades, torso. Me levanté, miré hacia arriba y sentí por primera vez que pertenecía a algo.
Pasó mucho tiempo hasta que volví a subir al cielo.
Una vez de vuelta ahí arriba, en los días de tormenta soñaba con aquel lugar tan real en el que un día estuve.
Con aquel infierno con pedazos de cielo que me había dado y quitado absolutamente todo.
Fíjate, es la primera vez que vengo aquí y ya me he enamorado de tu esencia.
ResponderEliminarEsto no es romántico decirlo pero...guardare tu URL