2 abr 2014

Esta noche, mientras escuchaba esto:




he escrito esto:


Los días pasaban y su corazón se enfriaba cada vez más. Parecía mentira que meses antes hubiese estado tan rojo. Supongo que aquella ruptura había acabado con ella. Sus ojos, negros como la más oscura noche de invierno se fueron quedando sin brillo y sin vida. Las tardes las pasaba en el piso de arriba, sentada en un silla que estaba en frente de una ventana desde la que contemplaba el cielo, una hilera de casas a lo lejos y muchos árboles que bailaban sin parar en las tardes de viento, aunque sinceramente, parecía que el único motivo por el que miraba por esa ventana, era para no olvidar que había vida ahí fuera.

Todos los días pasaba por su casa y la veía ahí en lo alto con la mirada fija en un punto. No sé, tenía la sensación de que si la contemplaba desde la acera, quizás por un momento dejaba de sentirse tan sola. Nadie debe sentirse así, ¿sabes?
No te miento si te digo que estuve observándola los 365 días que tuvo el 1997. 
El 31 de diciembre de aquel año, como era costumbre, caminé hasta su casa. Cuando llegué y miré hacía la ventana, no estaba. Me alegré y me dio pena no verla a la vez. Podrías pensar que estoy loco, pero la angustia y ese sentimiento contradictorio de no sentir nada por sentirte muy, muy triste que esa chica desprendía, se apoderó de mí también.
Camino a casa ya era muy de noche. De repente me pareció ver una sombra en el parque. Justo pasó un coche y la luz de los faros, como un flash, me dejó ver a la chica de la ventana fumando un cigarro y mordiéndose las uñas. Mis piernas comenzaron a moverse hasta que llegué a ella. Llovía, llovía muchísimo. Me puse en frente suyo, como si yo ahora fuese esa ventana y estuve en silencio quizás un minuto mientras nos mirábamos a los ojos, y cuando fui a pronunciar la primera palabra, ella me interrumpió y me dijo: 
"No tengo fe. Lo único que quiero es ser amada y creer en mi alma."

































xx





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